domingo, octubre 29, 2006

Domingo

Hay muchas razones para odiar los domingos. Cuando vivía en México los domingos eran los días en que acompañaba a mi padre al mercado sobre ruedas de la colonia para comprar los víveres de la semana –en realidad eso me gustaba: los colores, los ruidos, los olores (no siempre agradables) del mercado son parte de los recuerdos de mi infancia. Sin embargo, siempre detesté los domingos futboleros, las reuniones familiares domingueras, las películas aburridas que pasaban en la televisión y sobre todo la idea de irse temprano a la cama para iniciar con bríos la nueva semana ¡Guácala!

Ahora que no vivo en México sigo odiando los domingos. Pero hay una gran diferencia: intento hacer algo relativamente productivo. Ya no hay fútbol ni mercados, el día de hoy mis domingos significan cine y cerveza. Hace varios meses una persona desagradable –no sé por que sigo saliendo con personas desagradables pero me gusta hacerlo de vez en cuando-, me llevó a una especie de centro juvenil donde proyectan películas todos los domingos en una sala paupérrima que tiene un fuerte olor a humedad, un pésimo sonido y frío escalofriante durante el invierno. Sí suena muy mal pero hay cosas positivas: solo cuesta 2.50 Euros la entrada y 1.50 la cerveza de medio litro. Por ello todas las desventajas quedan olvidadas a partir de la cuarta chela mientras observo con atención una vieja película alemana que no entiendo.


La película que el día de hoy acompañará mis cervezas será The Marriage Of Maria Braun (Die Ehe der Maria Braun) de Rainer Werner Fassbinder. A ver qué pasa. Ojalá que el alcohol y la película me ayuden a quitarme de la cabeza la idea de que mañana hay que trabajar.